Suena mi Cádiz por la ventana. Este viento de los últimos días me ha hecho recordar el sur durante el fin de semana. Una mañana de domingo nunca es una mañana; es un momento sin medida más allá de los sentidos. Tengo la necesidad de poner un sonido a cada instante para recordar. De este modo, al escucharlo de nuevo, podré evocar los recuerdos con un mapa sensorial delicioso. Somos de donde amamos. Soy de lugares pequeños, de pequeñas puertas y nombres pequeños; de lugares muchas veces recorridos y repetidos, y soy de lugares que son tiempo y un poco más. Estos últimos son los que hoy han regresado a mi cocina con el viento.
Cocinar es componer. Es crear una melodía tocando las teclas que ilustran el paladar. Hoy quise escuchar mi tierra gaditana, y no fue en mi querido Lambuzo, una de las cocinas con más acierto y gusto que he conocido en Madrid. Harina de garbanzo, acelga, ajo y sal. Cuatro ingredientes que son cuatro lugares, teniendo en cuenta que defiendo los apellidos en la cocina, y mi receta de hoy tiene nombres propios, padres y madrinas. Acelgas del Huerto de Lucas, harina de garbanzos de Las panaeras sevillanas, ajo de Las Pedroñeras y sal. Seguramente las tortillitas de camarones son una de las estrofas más repetidas en la cocina andaluza, pero hoy quise variar y optar por otra versión, que además son un recuerdo de mi infancia.

Dejar reposar hará que los ingredientes liguen mejor y absorban entre sí los sabores. Después de freír y dejar que el papel absorbente retire el exceso de aceite, toca disfrutar del mejor momento. Estas tortillitas son para comerla en el momento de freírlas, ya que si se enfrían perderán su textura crujiente. Espero que disfrutéis del momento tanto como yo.

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